José Aldunate, una voz que empujó nuestra historia / Por Raúl Rosales

El legado que nos deja José Aldunate es de una riqueza y profundidad enorme. La figura de este sabio maestro toma mayor relevancia dada la profunda crisis en que se encuentra la iglesia a la que dedicó su vida. A muchos, su persona nos hizo creíble el seguimiento de Jesús de Nazaret. Por lo mismo, su legado está diseminado en diversas dimensiones y planos de nuestra realidad. Y se irá desenvolviendo en la medida en que tengamos la capacidad y la apertura de corazón para acogerlo y dejar que se manifieste en toda su plenitud.
Una clave para esta tarea y que siempre nos conmueve, es la profunda coherencia de todo su quehacer, la unidad que lograba entre el ser y el hacer lo dotaba de autoridad, estuviera donde estuviera. Como cuando a los ejecutivos de la Barrick, dueños de Pascua Lama, reunidos en el Centro Ecuménico Diego de Medellín – CEDM, les preguntó: “¿Y ustedes, para qué quieren más riqueza de la que ya poseen?”. Fue siempre impecable con su palabra, en lo oral y en lo escrito.
Así, el legado más precioso de Don Pepe está, sin duda, en su lucha por los derechos humanos reconocido con el Premio Nacional de Derechos Humanos 2016. Tuvo la osadía de entender los DD.HH. como un “evangelio” (buena noticia) que venía de fuera, de la sociedad más que de la iglesia misma.
Al releer sus innumerables artículos sobresale la lucidez y valentía de su servicio teológico-profético, presente en cada circunstancia histórica que lo requiriera.
Emociona ver que estamos en presencia de una teología viva, solícita y servicial que anima el espíritu y da esperanza a las personas desesperanzadas y excluidas.
Cada texto nos evoca una historia particular con su consiguiente palabra que “empuja” a esa misma historia hacia su sentido más pleno y humano*. Es el discernimiento histórico hecho teología. De manera que el legado que nos deja este teólogo del Pueblo de Dios es su arte en el discernimiento espiritual, ético y moral. Cual profeta ha interpelado desde la ética los mayores pecados de Chile, sin dejar de mostrarnos los senderos que conducen a un mundo un poco más humano.
Ha sido un puntal cercano y cálido en los momentos más tristes de nuestra historia. Su pensar teológico partía siempre de las situaciones humanas implicadas, tratando de ser muy honesto con lo real. Luego, se comprometía en una respuesta, haciéndose responsable de las soluciones requeridas para pasar de situaciones menos humanas a situaciones más humanas.
Para Don Pepe, la mirada de fe orienta la mente hacia soluciones plenamente humanas de cara a los problemas históricos. Así, su talante profético le permitía conjugar un análisis mas o menos objetivo de la realidad con la interpelación teológica propiamente dicha.
De alguna manera, este método usado por Don Pepe nos explica el permanente juicio crítico al capitalismo presente en toda su obra. Lo que quiere decir que su reflexión teológica no acepta reducir el capitalismo a un fenómeno pura y exclusivamente económico, sino que ve en él un modo o forma de estructuración de toda la vida social. Se resiste a aceptar su pretensión de universalidad de la racionalidad del capitalismo, ni puede aceptar que ella se encubra como dato de la naturaleza humana.
En síntesis, lo que visualiza este sabio teólogo del itinerario del Chile profundo es: cargamos con un pasado complicado; la conciencia se ha ido esclareciendo; y hay muchos pasos que dar. Don Pepe nos deja con el desafío de continuar realizando la tarea solidaria que tenemos los seres humanos en la vida: “rectificar lo torcido, mejorar los surcos existentes y dejar a la posteridad un mundo mejor”.
- Ver José Aldunate, s.j. Una voz que empuja nuestra historia 1973-2003 (Mosquito Comunicaciones, Santiago 2004) 468 pp.
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