El caminar del CEDM: creatividad y compromiso

El CENTRO ECUMÉNICO DIEGO DE MEDELLÍN es un espacio de diálogo e interacción ecuménica creado el año 19821 por un grupo de cristianos/as activos y comprometidos miembros del movimiento ecuménico del país.

Durante estos 33 años, el CEDM ha buscado aportar nuevos modos de relación entre las comunidades de fe y la sociedad chilena: democráticos, participativos, sustentables, equitativos y solidarios. Su mayor fortaleza ha sido el permanente afán por vincular la experiencia de fe y de comunidad con los desafíos sociales, políticos y culturales que acontecen en Chile.

El ecumenismo es un movimiento planetario que impele a la unidad en la acción. Poniendo el acento más en lo que nos une que en lo que nos divide. Así, nace en Europa y entre nosotros aquí. La unidad es en torno a las causas comunes que se nos presentan como humanidad: el hambre, los derechos humanos, la pobreza, la inequidad de género, el calentamiento global, la crisis del agua, entre otras.

No se trata de desconocer el hecho religioso como tal, ni menos los temas de sentido y de trascendencia que envuelve a todo trabajo ecuménico, sino de situar el proceso ecuménico como un valor en alza hoy día precisamente por la magnitud de los desafíos. Desafíos que requieren de toda la energía religiosa para ser asumidos como humanidad (ver ‘Laudato Si´ del Papa Francisco).

En este marco más global se ubican todos nuestros pequeños esfuerzos ecuménicos. Es en este proceso y movimiento donde vamos aprendiendo y creciendo las personas, las comunidades de fe y las organizaciones que se dejan inspirar por el espíritu ecuménico.

El CEDM trabaja desde y por un ecumenismo de base, lo que significa una fuente de energía muy grande y estimulante, que nos dirige hacia las búsquedas de la humanidad misma, que supera todo “nosotros y ustedes”. Para quienes compartimos esta búsqueda, lo ecuménico no es algo estático y que se restringe a lo conocido, por el contrario, nos obliga a aceptar la diversidad, haciéndonos parte de esa misma diversidad. Al mismo tiempo, nos dirige hacia la construcción de nuestras propias identidades, sin que nadie las imponga desde afuera. Lo ecuménico establece que los seres humanos somos un “nosotros más amplio”, con una historia y contextos diversos.

Ecumenismo es, en definitiva, una noción en construcción que dinamiza a las comunidades, por lo cual resulta movilizador y esperanzador, ya que comprende la convivencia democrática de distintos credos, en torno a un fin común. En este sentido, lo ecuménico apela a lo vivencial, en las prácticas cotidianas, donde están los pobres y aquí es profundamente comprometido.

Las personas que participan de las múltiples actividades del CEDM perciben y vivencian muy claramente este espacio de vinculaciones y de ‘encuentro del nosotros y el ustedes’. Así, lo expresan algunos participantes: “El CEDM es un espacio donde nos entrecruzamos, tejemos redes, creamos conciencia, nos alimentamos y gestamos acciones de visibilización conjunta. En un mundo que lleva a la dispersión y atomización, en el CEDM se concentran y tejen redes, sin esconder ni tapar las diferencias sino creciendo juntos. Cada grupo o persona que participa de los espacios del CEDM lo hace desde sus propios intereses y compromisos. Es una ‘escuela’ de encuentros y también de desencuentros porque permite expresar opiniones diferentes, reconocerse con el otro/la otra; reencontrarse como otros/as iguales. Las experiencias que vivimos en el CEDM se desplazan hacia los grupos o comunidades en las que actuamos”.

En lo que sigue intentamos compartir algunos de los aprendizajes más significativos que brotan del caminar ecuménico del CEDM.

1.- El primero, tiene que ver con lo que aprendemos de la iniciativa misma que tuvo un grupo particular de personas que se juntaron en 1982 y decidieron crear un espacio para incidir y transformar su realidad; en otras palabras, para expresar una vivencia religiosa significativa con su dimensión comunitaria y liberadora nacida del Evangelio de Jesús. Este aprendizaje, además tiene un valor especial por el difícil contexto en el que surgió la iniciativa llamada CEDM. Se vivía en el Chile de 1982 una experiencia de dictadura total: después de la Constitución del 80 impuesta por el Dictador era difícil pensar que se pudiera hacer algo, incluso las primeras protestas populares que se levantaron contra el régimen se interpretaban como esfuerzos desesperados, pero sin ninguna viabilidad política. Sin embargo, ese contacto con la base que tenían los/as fundadores/as del CEDM les daba cierta osadía para retar los límites impuestos. Lanzándose en la idea, pensaban y creyeron en su proyecto. Esta acción decidida y a contra-corriente, nos deja plantada la posibilidad de seguir creyendo que es posible una acción cuando se está convencido de la justicia de la misma y se precisan sus objetivos y metas. El primer aprendizaje, entonces, es saber que por muy cerrado que esté el espacio público se puede abrir con algo de voluntad y de espiritualidad. Nadie hubiera pensado que en un contexto de tanta adversidad germinara esta semilla liberadora. Cuán importante son las personas que se juntan a colaborar tras un proyecto determinado. Cada momento es una oportunidad para la creatividad y el sueño humano.

2.- Otro aprendizaje, se da en tomo a la experiencia ecuménica desarrollada en todos estos años. Lo ecuménico ha sido la dimensión religiosa específica del quehacer del CEDM. Los espacios de encuentro y formativos vinculan, reconocen y valoran la diversidad religiosa de nuestro medio nacional. Este trabajo conjunto no ha resultado fácil, sin embargo, se ha aprendido a construir espacios comunes en que cada uno/a se sienta en casa, en que cada uno/a se exprese en este coro plural de las múltiples voces que invocan lo sagrado. Esta experiencia vivida manifiesta también que el quehacer ecuménico va dando pasos acelerados a un urgente macro-ecumenismo, requerido por la dramática crisis civilizatoria a la que asistimos los seres humanos hoy día.

3.- Un aprendizaje significativo es lo que nos deja el dinamismo de los contextos: el Centro se ha ido adaptando creativamente a los «signos de los tiempos» y a las demandas que surgen de los nuevos contextos: se han asumido los temas del feminismo, la objeción de conciencia al servicio militar obligatorio, la cultura de paz, la sexualidad, el género, el VIH, la diversidad, la sustentabilidad, la privatización del agua, la economía solidaria, la cosmovisión, la ética, la no-discriminación, la ciudadanía, etc. Las temáticas de nuestros orígenes vinculadas a la apertura traída por la teología de la liberación se han ido dejando interpelar por los nuevos desafíos y las nuevas opresiones. MáRaúl Rosaless aún, cuando ya la vieja relación entre fe y política actualmente es revisitada novedosamente por los movimientos sociales y estudiantiles. En todos estos cambios de contexto vamos lentamente aprendiendo a abrirnos a otras sabidurías, gracias al encuentro con los múltiples conocimientos presentes en nuestras culturas y en todas las personas con las que nos relacionamos cotidianamente.

4.- En este mismo plano, también la espiritualidad es redescubierta como el entusiasmo que nos envuelve. La espiritualidad cristiana de liberación va adquiriendo diversos rostros en la trayectoria desarrollada por el CEDM, va adquiriendo diversas características: cotidianidad, ubicación espacio temporal, creatividad en diálogo con lo intercultural, con el pluralismo religioso. Así, la espiritualidad poco a poco se va reconociendo como un derecho humano. Todo ser humano tiene derecho a la espiritualidad para poder desarrollarse como ser humano. Y cada vez más las personas reclaman espacios para desarrollarla en los nuevos contextos y realidades que les toca vivir. En este sentido, el CEDM tiene un acumulado de experiencia acerca de este conocimiento espiritual que demandan las personas y grupos inquietos y en búsqueda. Personas que empiezan a re-valorar lo comunitario, las cosmovisiones de los pueblos originarios, que abren espacios para el cuidado de la madre tierra y toda la creación, pasando por el buen vivir. Se trata, de una espiritualidad como derecho de todos los seres y no apropiada por ninguna institución religiosa.

Así, el CEDM tiene la gracia de ser parte de este gran observatorio de la realidad que acontece en medio nuestro, conjuntamente a todos aquellos pequeños grupos que creativamente van transformando su realidad y la del mundo que los rodea, pertinaz y tercamente…

1 Los y las fundadores del CEDM decidieron tomar el nombre de Diego de Medellín, por ser un obispo católico del siglo XVI que defendió la causa mapuche ante la corona española, haciéndose parte de la corriente inaugurada por Bartolomé de las Casas..

Raúl Rosales C.

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